jueves, 9 de septiembre de 2010

Españoles en Rusia, hoy LA LEGIÓN AZUL




Sin ánimo de entrar en política, traigo hoy al Blog un poco más de historia. En esta ocasión la de valientes Españoles que se dejaron el pellejo en la glacial estepa rusa defendiendo lo que ellos pensaban que era justo.

¡¡Honor y gloria a los que allí cayeron!!

Hablemos de La Legión Azul.

El nacimiento de la Legión Azul
A mediados de octubre de 1943 comenzó a tomar forma lo que muy pronto se conocería por Legión Azul. En aquellas fechas, los batallones iniciaban su traslado hacia el Oeste con vistas a, seguidamente, regresar a la Patria.
Mientras, la diplomacia española trataba de elaborar una fórmula de compromiso que, manteniendo el vínculo hasta entonces existente con Alemania, le demostrara a las potencias aliadas la voluntad del Gobierno de Madrid de desvincularse del esfuerzo militar de los países del Pacto Tripartito. Un paso hacia la consecución de tan difícil equilibrio sería por un lado, la retirada de la División Azul, y por otro, la constitución de otra unidad de menor envergadura: La Legión Azul.
Materializando este plan, el 17 de noviembre de 1943 fue disuelta la División Azul autorizándose a su jefe, el general Esteban Infantes, para que crease la Legión Española de Voluntarios, cuya partida de nacimiento lleva fecha de dos días después. Sus efectivos quedaron conformados por tres Banderas (batallones) -dos de Infantería y una mixta-, una Compañía de Plana Mayor, Sanidad e Intendencia. El mando recayó en el coronel Antonio García Navarro, último jefe del Estado Mayor de la División Azul, siendo su segundo jefe el teniente coronel Sáenz de Cabezón.
En Jamburg, localidad situada no lejos de Narva, fueron concentrados los hombres de la nueva unidad para iniciar la instrucción y el reequipamiento dándose la circunstancia de que las instalaciones escogidas como acuartelamiento habían pertenecido con anterioridad al Ejército Rojo. Como los momentos no eran nada buenos los oficiales españoles impusieron una férrea disciplina y un duro entrenamiento, lo cual no impidió que en quince días se registraran siete deserciones más seis intentos frustrados. Ante esta alarmante situación setenta y cinco individuos fueron repatriados forzosos a España ya que se quería forjar una unidad homogénea, fiable y que no pusiese en peligro, con su comportamiento, la excelente reputación obtenida, cerca de propios y extraños, por la División Azul.

La partida hacia el frente
El 13 de diciembre la Legión fue puesta en estado de alerta, comenzando dos días más tarde su embarque en ferrocarril para trasladarla a Liuban, donde se integraría en la 121ª División alemana, adscrita al XXVIII Cuerpo de Ejército y mandada por el general Helmut Priess. Tras llegar a Kostovo y relevar al 450º Regimiento de Granaderos, fue a desplegarse a lo largo de la línea de 11 km., encontrándose frente a un enemigo tranquilo en sus posiciones, lo cual no impidió que fuese obsequiada con el acostumbrado recibimiento a base de fuego artillero.
Las Navidades transcurrieron con tranquilidad, salvo pequeños ataques todos ellos rechazados, que produjeron los primeros caídos. Mientras, el Ejército Rojo, preparaba con gran concentración de medios, la esperada ofensiva de invierno con la que debería ponerse punto final al sitio de Leningrado y permitir el cerco y aniquilamiento del Grupo de Ejércitos Norte alemán.

Los combates
La madrugada del 15 de enero de 1944 el rodillo soviético comenzó su avance, encontrándose rápidamente los españoles cogidos entre dos pinzas. El 19 cayó Novgorod y se inició la retirada alemana que habría de incluir obviamente, la de la Legión. La marcha fue especialmente penosa debido a las bajas temperaturas y al continuo contacto con las avanzadillas enemigas. Todas las carreteras eran además de un caos, una auténtica ratonera, optando los españoles por desembarazarse de la impedimenta y continuar su marcha a través de bosques y ciénagas. Ya en las proximidades de Liuban, un importante nudo ferroviario, ocuparon posiciones defensivas en las afueras de la población, con el fin de mantener abierta la estación y proteger el flanco a numerosas unidades alemanas en retirada.
Durante estos días se sucedieron los ataques y contraataques, produciéndose numerosas bajas, sobre todo en la II Bandera que soportó el mayor peso de los combates resultando muertos o heridos la mayoría de los oficiales. Su valor permitió, en palabras del ya citado general Helmut Priess, que pese a la considerable superioridad enemiga, pudiese evitarse el cerco de gran parte del XVIII Cuerpo de Ejército recibiendo por ello el coronel García Navarro y algunos de sus legionarios la Cruz de Hierro.

Retirada general
El 27 de enero el mariscal Küchler ordenó retirada general, partiendo entonces la Legión hacia Oredech y después hacia Luga, en total 140 km, que recorrieron a pie, recibiendo una fuerte presión por unidades partisanas y de patrullas de exploración del Ejército Rojo. Esta marcha, realizada bajo durísimas condiciones climáticas, terminó por destrozar el equipo de los legionarios así como las botas de fieltro, tan añoradas por sus antecesores divisionarios, que acabaron literalmente trituradas, añadiendo a las elevadas bajas producidas por el enemigo, unos doscientos evacuados por congelación en los pies. A su paso por Oredesh los legionarios colaboraron en la evacuación del hospital, el cual se encontraba a tiro de cañón de los T-34.
Extenuados por la marcha y los combates por fin llegaron a Luga, plaza situada bajo la jurisdicción del XXVI Cuerpo de Ejército. La aparición de los españoles no pasó desapercibida para el general Grasser quien tras comprobar el mal estado que presentaban, y aún a su desesperada necesidad de unidades para la defensa de la ciudad, en la cual pensaba hacerse fuerte, decidió no utilizarlos, considerando preciso otorgarles un periodo de descanso. Con vistas a disfrutar del mismo la unidad se trasladó a Péskof, habiéndose desprendido con anterioridad de gran parte de su equipo y de armas pesadas y continuando desde allí viaje hacia Estonia y más concretamente a Taps.
Por aquel entonces, la situación del frente comenzaba a estabilizarse, habiéndose frenado el ritmo de la retirada. Mientras, el mariscal Küchler, jefe del Grupo de Ejércitos Norte, había sido destituido por Hitler, relevándole el prestigioso general Walter Model al cual le fue encomendada la defensa de los Estados bálticos.
Ya en Taps, tras diez días de lento avanzar en las precarias líneas férreas de la región, los legionarios quedaron a la espera de su reequipamiento, pues gran parte del mismo les fue entregado a los defensores de Luga. El coronel García Navarro consideraba que al término del necesario descanso y reorganización y una vez completado el equipo, podría estructurar en un tiempo relativamente corto una fuerza operativa y de nuevo dispuesta a partir hacia el frente. Model contaba con ello, pues había dispuesto colocar a los españoles en primera línea, justo enfrente del lugar previsto para el avance enemigo. Sin embargo el Capitán Haxél, oficial de enlace con la Legión, no compartía la opinión de su jefe al considerar que significaba sacrificar a la unidad lo que acarrearía riesgos políticos no compensados con el beneficio militar obtenido. Este planteamiento se lo expuso a Model quien después de meditar la situación, decidió otorgarles a los españoles una tarea menos arriesgada: la de efectuar fortificaciones. Otra vez tuvo que mediar Haxél pues una cosa era que la Legión fuese situada en un punto del que difícilmente podrían salir con vida sus hombres al iniciarse la ofensiva enemiga y otra muy distinta que aceptasen una tarea distinta a la del combate en primera línea. Model entendió el planteamiento y estuvo de acuerdo con el sensitivo e inteligente Capitán Haxél.

La repatriación
Por fin la unidad se encontraba en condiciones de partir de nuevo hacia el frente. Su coronel y oficiales, habían conseguido volver a crear una fuerza de combate pero la suerte estaba ya echada al haberse decretado, el 11 de febrero de 1944, la disolución de la Legión. La diplomacia española, ante el cariz que tomaba la guerra para el Reich, deseaba desvincularse lo más posible del esfuerzo militar alemán, mientras que las potencias aliadas intensificaban su presión sobre Madrid autorizando embargo de alimentos y materias primas. Los legionarios tenían que volver a sus casas.
Al abordar los preparativos para la repatriación, la moral de los españoles no era precisamente alta. Un sentimiento de pesadumbre les embargaba. Por esas fechas se sucedieron los actos y ceremonias de despedida, siendo numerosos los altos cargos del Ejército alemán que asistieron a ellos. El 17 de marzo comenzó el regreso: Transmisiones abrió la marcha, seguida de otras pequeñas unidades. La segunda Bandera fue la última en irse entrando en Irún el 17 de abril. En el convoy viajaba el coronel. Ya sólo quedaban por volver pequeños grupos a los que se le había encargado ultimar toda la documentación, liquidar los sobrantes de material y repatriar a los españoles internados en los hospitales de Koenigsberg y Riga.
El 30 de abril, el Gobierno de Madrid anunció oficialmente la extinción de la Legión de Voluntarios Españoles, declarando que todas las personas que presten servicio militar a Gobiernos beligerantes están sujetos a la pérdida de la nacionalidad española, una amenaza que no fue suficiente para impresionar al considerable número de legionarios que, a pesar de todo, decidieron continuar, hacia el fin, la lucha junto a sus camaradas alemanes.
Refª: Extras defensa 16 LOS CINCUENTA AÑOS DE LA DIVISION AZUL

1 comentario:

Unknown dijo...

Buena entrada sobre la participación de soldados españoles en la Segunda Guerra Mundial.

Da igual en bando que eligieron, dieron todo por sus ideales.

Tres hurras por ellos y por España